Un blog en castellano con críticas, siempre benevolentes, a la realidad española, a lo que se ve por la tele, a como se vive, escribe y piensa en España

viernes, 19 de junio de 2009

"Chine mon amour" (Memoraia de China)

Entre los años 1986 y 1989, tuve la oportunidad de trabajar en la China Popular y, por muy menos tiempo, en Taiwán. Este periodo de mi vida se ha grabado de manera indeleble en mi mente y también en mi corazón. Me volvió todo a la mente ayer, hojeando algunas de las más de 400 fotos, en papel y, en su mayor parte, en diapositiva que hize en aquellos años.
A parte los paisajes, algunos todavía casi selváticos, otros riquísimos de arquitectura milenaria, tan fascinante cuanto distinta de la occidental, a parte de esto, decía, he tenido relaciones humanas calurosa con esta gente sencilla, amable y cortés, y he hecho amigos. Uno en particular, tan entrañable, que seguramente siempre me acordaré de el con cariño. Mister Lee, esto era su nombre, era, de una manera, lo que en Italia decimos una “mosca blanca”: de familia aristocrática de Shangai de ante de la revolución, a la época en que le conocí debía de haber alrededor de los setenta años. Era licenciado en ingeniería y había sido depurado por la “revolución cultural” de Mao. Rehabilitado con la llegada de Den Xiao Ping (aquel de “no importa que un gato sea blanco o negro, con que coja ratones”), Mr. Lee ejercía de interprete por la factoría que fabricaba maquinarias por cuenta de la Empresa angloamericana por la cual trabajaba yo.
Mr. Lee fue mi guía en varia excursiones organizadas por nuestro contratistas. En las fotos los vemos junto a un pino que, según la tradición local, ha sido plantado por el mismo Marco Polo, o en un templo de la ciudad en la vivía y trabajábamos, Kun Ming


Tengo que decir que Mr. Lee no fue, en ningún modo el único guía que tuve: en cada ciudad que tenia que ver por trabajo, siempre nuestros contratistas se esforzaban para organizar excursiones en los sitio de interés de sus ciudades.
Lamento decir que se me han olvidados los nombres de estos tan exquisitos anfitriones (normalmente , al lado del interprete, el jefe de fábrica), por su cortesía y amistad no se me borrará de la mente.Recuerdo como una vez llegamos, con el jefe de fábrica de Kun Ming(que se encuentra en el oeste de China, al confín con Birmania) y Mr. Lee, después de un viaje en tren de ¡tres días! a un pueblo del este, al otra punta de este enorme País, donde había la fabrica de un subcontratista. Nos acogieron con todos los honores que el “honorable huésped” que era yo se merecía y nos ofrecieron un banquete de trece portadas (el números de los convidados más uno, según la tradición). Y fu allí donde, por la única vez en mi vida, he visto a un chino tener problemas con los palillos. ¿Han intentado alguna vez ustedes a coger con los palillos huevos duros de codorniz? (Y sí que en Kaoxún, en Taiwán, la camarera del restaurante me retó a coger con palillos avellanas de un pequeño cuenco, y ¡yo lo conseguí! Pero eran otros tiempos…).
Era trabajo, sí, había tiempo para ver sitios únicos.
Es el caso de la foresta petrificada de Kun Ming: unas formaciones cársicas que parecen árboles de piedra (en la foto, con el jefe de fábrica de Kun Ming).
O los cientos de pagodas y templos esparcidos por doquiera en todo el territorio.

Y, sin embargo, hay un pensamiento que me embarga.China, el gigante dormido, una de las grandes potencias económicas globales, es un País de contrastes: a lado de ciudades como Shangai, moderna ciudad casi ya no china, con sus treinta millones de habitantes, sus edificios ultramodernos y sus rutilantes luces nocturnas


o Pekín, capital casi occidental,


existe una China ancestral, rural y arcaica:












El ansia, legítima y encomiable, de modernidad, ¿no provocará la desaparición de imágenes tan entrañable como estas?




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